Kenneth Lizano
Gonzalo Ureña
A comienzos del siglo IV d.C., especialmente desde el llamado edicto de Milán en el año 313, el monoteísmo cristiano comenzó a subir una posición de igualdad, respecto al paganismo tradicional. Poco a poco el pueblo romano fue abandonando su vieja religión politeísta enriquecida por aportaciones de otros cultos en especial el oriental y migró hacia una nueva religión con la existencia de un Dios único.
Muchos factores favorecieron a este proceso dentro del paganismo romano, iniciando desde fines de la República, en donde se dan distinciones entre divinidades principales y subordinadas. Grandes dioses como Iupiter o Marte fueron dotados de funciones lejos de su naturaleza inicial y el fenómeno de interpretatio ayudo a realizar sincretismos entre las deidades, por ejemplo: Dea Caelestis es identificada como Juno, Tanit, Cibeles o Ceres. También contribuyó a este fenómeno, la multiplicación de atención de varios cultos a la vez por un mismo sacerdote, lo que contribuyó a su unificación.
Formación del culto
Seguidamente a estos procesos de cambio, el contacto que tuvieron los judíos de la diáspora, muchos de ellos de origen pagano, con estas deidades produjeron encuentros entre la revelación bíblica y las aportaciones de la filosofía, sobre todo platónica. El paganismo romano por su parte, del que el estoicismo es indicio, con representantes como Seneca o Marco Aurelio, se habían acercado prácticamente a un monoteísmo casi total, esto en contra de la pluralidad de divinidades, acuerpándose en una sola divinidad, como una sola fuerza, identificada como Iupiter en la mayoría de los casos, a los que los hombres debían su creación, esto como su dios supremo.
La gnosis a partir del siglo II d.C, ayudo al giro que se venía dando, aportando su hermetismo propio y de esta manera se le concede mayor protagonismo a un dios único. Paralelamente en el siglo III se adhiere la teología solar, en donde el culto al sol hunde sus raíces sobre el platonismo, el estoicismo y en el pitagorismo. Abonado a esto los misterios de Mitra concedieron un destacado papel al Sol y el culto oficial de Deus Sol Invictus promulgado por Aureliano en el año 274, que construyó un nuevo templo para Sol, que se dedicó el 25 de diciembre de ese mismo año. El Sol invicto de Aureliano no trato de suplantar ningún dios romano, ni fue impuesto a sus pobladores, pero se consolido como dominador del mundo, constituyendo poco después un puente entre el cristianismo y el paganismo. Posteriormente Constantino hizo del Sol Invicto su divinidad suprema, el propio emperador aparece en el arte de su época con la cabeza radiada. Su conversión del politeísmo al cristianismo no se produjo bruscamente, sino que descubrieron que ese dios supremo, era el Dios de los cristianos.
El sol se convierte en el punto común entre ambas culturas, por un lado, los paganos como concepto intelectual, objeto de culto reforzado, por el papel que tanto la astrología como la magia le concedía, y los cristianos por otro lado en los que se presentan múltiples alusiones en el Nuevo Testamento al sol como símbolo de Cristo (Lc 1,78; Jn 1,5; Ap 21, 23).
Celebraciones y ritos
Las celebraciones de culto al sol invicto, están relacionadas con el clima, la agricultura y las cosechas, tal como lo percibían los romanos. Para ellos, estas celebraciones empezaban el 17 de diciembre y eran conocidas como la “Saturnalia”, pues Saturno era el dios de la agricultura y de la cosecha. Estas fiestas duraban 7 días, hasta el 25 de diciembre, cuando se celebraba entonces, la fiesta mayor de “Solis Invicti” o las “Brumalia”. Las fechas escogidas para tales celebraciones no eran casualidad, pues coincidían con el solsticio de invierno o lo que es lo mismo, el inicio del invierno. Por tanto, era el fin de los trabajos rurales y dejaba espacio para el descanso. Los días de “Saturnalia” eran, al más puro estilo romano, fiestas con orgias, bebidas, abundantes banquetes, juegos y, además, intercambio de regalos. Eran fiestas basadas en el regreso de la luz, creían que era la noche más larga del año y lo asociaban al renacer del sol. Se solían decorar las casas con plantas y se encendían velas para celebrar la nueva venida de la luz.
Las “Saturnalia” iniciaban con un sacrificio en el templo de Saturno, en el foro romano. En los banquetes solían comer cochinillo, y beber vino al pie de la colina del capitolio, la zona más sagrada de Roma. Los ciudadanos colgaban adornos de los árboles para celebrar el regreso del verdor y también se acostumbraba “liberar” temporalmente a los esclavos, con el fin de recordar la época cuando todos eran iguales. Se suspendían las guerras y los negocios. Los días eran fríos y cortos, por lo que no se veían como días productivos lo que llevaba a un cese de las actividades. Al llegar el 25 de diciembre, y con esto la fiesta de Solis Invicti, también conocida como “Nativitas”, coincidía con las Brumalia, durante la cual se seguía bebiendo, comiendo y celebrando. Estas podían iniciar el 24 de diciembre en la noche y terminar el 25 de diciembre. Este culto al Sol Invicto, es un culto de tipo mistérico henoteista. Los historiadores han vinculado su origen, en el dios sirio Mithra, introducido en Roma especialmente por los soldados. Esta era una religión de tipo iniciático, basada en la transmisión oral y ritual de iniciado a iniciado. El nacimiento de Mithra era celebrado de igual forma el 25 de diciembre y sus seguidores santificaban el domingo, como día del sol. Al final el mitraismo, se fue asimilando a modo de sincretismo religioso con el culto al sol invicto, siendo la religión más popular y por mucho tiempo oficial en el imperio. Tanto esta fiesta y culto, vieron su fin con la oficialización del cristianismo como única religión legal, por el Edicto de Tesalónica, de Teodosio I.
Conclusión
El culto al Sol Invicto fue una parte importante del desarrollo del Imperio Romano y su posterior aceptación del cristianismo de forma paulatina y sin tantos conflictos. Pues el paso de una religión henoteista a una monoteísta, no es tan complicado como lo hubiera sido en pleno ámbito politeísta del imperio, adaptación impulsada por el Emperador Constantino, cuya conversión marcó un antes y un después. Algunas personas han querido ver en el cristianismo la continuación de un culto al sol, tachando y atacando a la Iglesia Católica a modo conspiranoico, de venerar dioses falsos. Sin embargo, la realidad dista mucho de esto, pues las reminiscencias que han quedado de este culto, ni son de adoraciones ocultas a otros dioses, ni de ningún modo trata de ocultar lo que está en la historia, a simple vista a día de hoy. Pues quien nada debe, nada teme. La verdad es mucho más sencilla. Así como de otras culturas europeas precristianas se absorbieron, asimilaron y utilizaron ciertas fechas, ritos, símbolos o costumbres para propiciar la conversión al cristianismo, y su total penetración en el alma de los pueblos, de la misma manera sucedió en el Imperio Romano, cuyo culto ampliamente difundido e inmediatamente anterior al cristianismo era el culto al sol invicto. Estas costumbres, fueron explicadas a manera cristiana y así la conversión del pueblo fue total. Ejemplo de esto, es la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre, símbolo de Jesucristo como el verdadero Sol Invictus.
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