De esta manera, según explican Cabrero y Fernández (2015) toman lugar importantes reformas bajo los reyes, y a la caída de la monarquía, con los consulares para mejorar y desarrollar diferentes aspectos del imperio, las cuales se permite describirlas en el presente trabajo solo bajo el enfoque militar. Por ejemplo, Servius Tullius, considerado el monarca más importante de Roma (578 a.C-534 a. C), desarrolló una nueva constitución con gran finalidad en el ejército, adaptándolo a su vez al sistema militar hoplítico (infantería pesada); es decir, creó un sistema organizativo que se apoya en un ejército compuesto teóricamente por 6 000 individuos, una versión duplicada de la división de curias y tribus de Romulus y basado en el crecimiento de población que se dio con Pompilius. De igual manera, optó por desarrollar un censo que dividió a la sociedad en cinco clases jerárquicas (p. 106). En ellas se reflejaba la composición del ejército, pues tenían el derecho y la obligación de formar parte de él, pero a su misma vez su cargo dependía de su economía al ser los ciudadanos los responsables de pagar por su propio equipo militar (quedando exentos del ejército los que no poseían el censo mínimo requerido, como los proletarios o accensi). Así, el censo describía que:

Se identifica a los classici con los miembros de la primera clase, aquellos que declaran una fortuna igual o superior a los 125.000 ases…120.000 en opinión de Festo (100L), mientras que son llamados infra classem los que poseen un censo inferior a éste, es decir, aquellos encuadrados en las clases segunda a quinta. (Martines, s.f,. p. 240)

Igualmente, la reforma más resaltante se encuentra dentro de las obras de Gaius Marius. En su época se introduce el ejército cohortal, debido a que aparece la cohorte. Esta sustituyó la legión de 30 manípulos por la de 10 cohortes. Los velites desaparecen y el ejército se “profesionaliza y se hace más leal a su general que a Roma”. Asimismo, los mandos de los tribunos se trasladan a los legati (hombres de confianza del general y gran experiencia). Con Mario, es el Estado el que empieza a costear el armamento necesario para los soldados. Ahora el ejército tenía soldados profesionales que “servían más a los intereses de sus generales que a los del Estado que les pagaba”. (p. 310) Según Johnston (s.f), los soldados se alistaban por 20 años, recibían cierto sueldo y privilegios a los que tenían honores. (p.321). Hubo otras grandes reformas bajo figuras como Publius Aelius Hadrianus, Augustus y otras no tan favorables como con Lucius Septimius Severus, pues mencionan Cabrero y Fernández (2015) que su objetivo era “integrar totalmente la vida civil con la militar, pero en realidad esto produjo una militarización de la vida civil”. Diocleciano dio importante enfoque a las fronteras que amenazaban al imperio, abandonando el sistema estático de defensa lineal y optando por una defensa en una red de fortificaciones en ambos lados de la línea de la frontera (strata diocletiana). Pretendía hacer al ejército más móvil y selecto, de campaña y con un apoyo más predominante de la caballería frente al “tradicional estatismo e inactividad de las tropas fronterizas”. Se pasó a tener 34 legiones en el siglo III a.C a entre 56 y 60 legiones con Diocletianus, reclutando a hijos de soldados (ex castris) y a bárbaros especializados. Desafortunadamente, fue con Constantinus I y la muerte de Gratianus quienes ejecutaron decisiones que no fueron favorables para el ejército, pues se menciona que Constantinus “creó y distribuyó la semilla de la perdición del Estado que dura hasta el día de hoy”. (pp. 555, 608-609)